lunes, 21 de febrero de 2011

ADICTA A LA PELUQUERIA

Yo tengo uno de esos pelos que son imposibles, que está a medio camino del pelo rizado, y la palabra que mejor lo define es ‘encrespado’ (como en el anuncio de la TV, en cuanto me acerco al agua, Zas!)

Ya os había contado lo bien que me fue en la primera visita a la pelu aquí en Shangai, con ese lava cabezas-tumbona y el fantástico precio de 4 euros. Y claro está, voy todas las semanas, incluso Alejandro y los niños van allí a cortarse el pelo.

Un día que fui con mi hijo Alex, como él acabó primero en el lavado, cuando yo terminé y volví a mi sitio, mi peluquero le estaba cortando el pelo a él y para que yo no me aburriera se sentó uno de los chicos detrás de mí en un taburete y sin mediar palabra, me dio un masaje de relajación en los hombros de tal calibre, que si no fuera porque estaba delante de mi hijo le pido relaciones (y también porque él podía ser mi hijo, aunque eso es menos importante, mira Demi Moore).

Ahora es él quien siempre me lava la cabeza y me da un masaje de digito puntura, de unos quince minutos, con el segundo champú, que estoy pensando cuando vuelva a La Coruña en pagarle un curso en China de cómo lavar la cabeza, a mi peluquera de toda la vida.

Y mira que me han dado masajes en esta vida, yo que soy Doña contracturas, que hasta se me contracturan las muelas (por la enfermedad, claro), el año pasado en Inglaterra fui todas las semanas, durante 4 meses, a masajes con un quiropráctico, por prescripción médica, y en Coruña he ido al spa de Loida cientos de veces y nunca había visto una cosa igual.

Así que, poco a poco, me estoy volviendo adicta. La semana que viene he decidido darme las mechas y cortar, ya os contaré.

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