Leí un artículo de un periódico español, donde decía que todos los países occidentales se están frotando las manos, pues los chinos empiezan a viajar al extranjero por turismo, y son 1.300 millones (casi na’).
Con unas previsiones que dicen que 120 millones de chinos saldrán de vacaciones en 2020, España ha multiplicado sus esfuerzos a la caza del turista mandarín. Incluso en Torremolinos han organizado un curso para guías turísticos chinos.
Y no son sólo previsiones, ya en 2004 superaron a Japón como primer emisor de asiáticos (que ya es difícil, porque vayas a donde vayas, siempre aparece el autobús de los nipones, que por cierto, suelen ser bastante maleducados, según mi experiencia personal. Y en mi vida he visto sonreír a ninguno, debe ser algo congénito. Una vez en Estambul, en el palacio Dolmabahçe uno me dio un empujón que todavía me duele y hasta nuestro guia en español nos decía: apuren por favor, que vienen los japoneses pisándonos los talones y si nos alcanzan, ya no podrán ver nada, y qué razón tenía).
El asunto del turismo en España se topa con algunas dificultades. El culto asiático a la piel blanca, se topa con la propuesta vacacional de sol y playa española. Lo de vuelta y vuelta en una toalla a la orilla del mar, en una playa masificada, que tanto gusta a alemanes y británicos, a los chinos no les va. Y menos mal, porque si en las playas del sur hay que madrugar para coger un buen sitio, en primera línea, los chinos serían capaces de acampar toda la noche, y España no sería lo mismo sin los alemanes y británicos de color gamba que tanto adornan el sur en verano.
Ciudades como Santiago de Compostela, Toledo (en verano se asarán de calor), Sevilla (ni te cuento)…. serán destinos recomendados.
Otra dificultad es que España es una gran desconocida en China. Al chino le atrae lo occidental y, por consiguiente, Europa, pero ve el continente como una gran unidad. Como los americanos, que no vienen a Francia, Portugal, o a Italia... vienen a Europa. Y en Europa priman otras grandes marcas como París, Londres o Roma, y ya no te cuento, Milán, la meca de los diseñadores de ropa que tanto les gusta (no sé yo, si no deberíamos venderles el polígono de Sabón, “conozcan la cuna
de Zara..”, con excursión incluida a Santiago).
Lo más que conocen los chinos de España es el fútbol, los toros y, los más ilustrados, el flamenco, claro que por lo menos son “marcas exclusivas”, nadie más las tiene en Europa, pues aunque tengan futbol no tienen ni al Barça, ni al Real Madrid.
Porque con la cuestión gastronómica no hay nada que hacer, de poco valen la paella, la tortilla española y el chorizo, la experimentación gastronómica no les atrae. Ni siquiera Ferrán Adrià (los japoneses si lo aprecian más, pero no mucho).
Además, el viaje han de hacerlo con la mediación de una agencia española homologada por el gobierno chino, sino, les cobran una fianza, para evitar una emigración encubierta.
Aunque no sé yo si a los ciudadanos de a pie nos interesa mucho la llegada masiva de turistas mandarines, pues aunque son muy formales y protocolarios, tienen unas costumbres a las que es difícil (mejor dicho, imposible) acostumbrarse. Ya os he hablado de la costumbre de escupir, pero hay más, esto que os cuento a continuación lo he leído en el Shanghái Daily (periódico británico, aquí en Shanghái).
Cuando un chino contrata un viaje al extranjero, en la agencia de viajes le dan un catálogo de hábitos que no deben realizar en el extranjero, ahí van los más llamativos:
Escupir y dejar basura en cualquier lugar son los pecados más comunes entre los turistas chinos, dentro de una larga lista de comportamientos que han dañado la imagen de China como país civilizado, y han generado una publicidad negativa en el extranjero. Lo de la basura es absolutamente cierto, no se cortan ni un pelo tirando cosas al suelo, y no hablamos de un papelito o una toallita, tiran los recipientes de comida para llevar en cualquier lado, y encima se pasan el día comiendo en la calle. Aquí en Shanghái las calles están impolutas de limpias, pero es que hay un chino limpiando la calle cada 100 metros, por lo menos.
Además no se cortan ni un pelo, allá donde van, sacan la bolsa de las viandas y a comer toda la familia. El domingo pasado de camino a casa paramos en un Häagen-Dazs a tomar un helado, y como hacía buena temperatura, decidimos tomarlo en la terraza, ni de coña!, todas las mesas estaban ocupadas por familias merendando y ni uno tomando un helado, las terrazas de todos los locales ocupadas por chinos consumiendo sus propias comidas y bebidas, sacan el termo de té y los tupper de usar y tirar (porque de bocata tampoco son) y cuando terminan, no recogen nada, todo queda allí, y tan contentos. Hasta pensarán que eres idiota por pretender sentarte a una mesa con un ridículo helado, que además es malo para el equilibrio del Yin y el Yang.
Hay incluso terrazas valladas y con camarero en la puerta. Y aunque, mucha gente de Shanghái salió de vacaciones por las fiestas, también muchos vinieron de turistas a la ciudad, (a tomar las terrazas por asalto); se nota sobre todo porque si normalmente te miran como si fueses de otro planeta, estos se quedan embobados e incluso algunos te señalan y se rien.
El catálogo recoge otros hábitos que las autoridades quieren combatir, como salir sin camisa cuando hace calor, hablar a gritos, quitarse zapatos y calcetines, en caso de cansancio, durante la espera para el embarque o durante el viaje, o limpiarse los zapatos con toallas y sábanas de los hoteles.
Tampoco les ha dado buena fama no respetar las señales de tráfico (no están acostumbrados, como ya os expliqué) ni las costumbres religiosas de los lugares que se visitan (claro, ellos no van a misa, rezan cuando les da la gana), fumar y hacer fotografías con flash donde está prohibido, ignorar las normas de cortesía al entrar y salir, no ceder el paso a los demás o prácticamente obligar a la gente local a fotografiarse con ellos.
La prensa china asegura que en algunos países europeos y en Estados Unidos los casos han sido tan habituales que han empezado a colocarse letreros “en chino” donde se pide 'no escupir', 'no arrojar basuras al suelo', 'por favor hagan cola' y 'tiren de la cadena' (increíble).
Y es que, en China muchos ejecutivos llegan a sus puestos con la ayuda de sus relaciones personales (lo que se conoce como "guanxi", familiares y amigos bien situados o con buenas conexiones en el Partido Comunista) y carecen de la más mínima educación. Estos tienen un alto poder adquisitivo y los que pueden permitirse el lujo de viajar.
Además hay toda una generación de chinos que vivieron durante la Revolución Cultural y crecieron durante un período en el que la educación se paralizó por completo, y muchos de ellos conservan complejos debido a su ignorancia de actividades tan normales como bailar, que estuvo prohibido durante aquellos años.
Tampoco hacer colar o guardar turnos es habitual en China, todo se consigue a empujones. A nosotros nos pasó en un ascensor de un centro comercial, bajábamos mis chicos y yo solos desde la novena planta a la planta baja, y cuando se abrió la puerta, unos 100 chinos pretendían entrar todos al mismo tiempo, tuvimos que salir a empujones, no respetan ni a la gente que va con un bebé. Es algo que para un occidental resulta muy contradictorio en una cultura tan respetuosa como la china.
Y para terminar, imaginaos tenerlos de turistas, además de dueños de una enorme cantidad de prósperos negocios (que inexplicablemente no padecen la crisis), acabaremos siendo minoría.
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